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Empleo y democracia

04 Feb 14 - 15:47

Esta afirmación penetrante, que se halla en el origen de la modernidad europea, está cobrando actualmente una nueva importancia para explicar el descontento que parece caracterizar a todas las democracias occidentales.

Por una parte, los nuevos estudios confirman plenamente esta intuición de Tocqueville⁸¹ de que tanto las instituciones políticas como el quehacer económico sólo tiene éxito en la medida en que se remiten a normas y redes de compromiso cívico. Consumen, y agotan también, este «capital social». Al mismo tiempo, aumentan los signos en el sentido de que estas normas y entramados se han erosionado en los últimos años, y de manera particular en ese «país del milagro laboral» que es EE.UU.

La participación electoral ha pasado de un nivel relativa mente alto a principios de los sesenta a casi la cuarta parte. En las elecciones de septiembre de 1998 al Senado y a la Cámara de los Representantes rondó el 36 % y esto se consideró un porcentaje alto ante el temor de los expertos en citas electorales, que habían vaticinado una participación escasamente supe rio i al 30 %. Se plantea, pues, la siguiente pregunta: ¿se puede seguir considerando democracia aquella que registra una tasa de participación electoral del 30 %?

Además, la cifra de americanos que asisten a reuniones públicas para debatir asuntos municipales o escolares ha disminuido, en el transcurso de los últimos veinte años, en más de una tercera parte. Asimismo, se advierten unos retrocesos semejantes en otras formas de compromiso político. Por ejemplo, rutá disminuyendo la comunicación escrita entre ciudadanos y diputados o la colaboración con los comités locales. Cada año »r dan de baja dos millones de personas de la formación de la conciencia nacional (y no sólo de ésta, sino también de la asistencia a actos religiosos y de la participación en grupos cristiano» de base, que desde 1960 ha decrecido en aproximadamente una quinta parte). Llegan asimismo informaciones parecidas de parte de los sindicatos, cuyo número de afiliados ha bajado a menos de la mitad desde los años cincuenta; como también está diminuyendo la colaboración voluntaria en organizaciones clásicas . como la Cruz Roja y otras por el estilo.

1. En la economía política de la inseguridad, el nuevo juego (y declive) del poder se expresa entre unos agentes vinculados a un territorio (gobiernos, parlamentos, sindicatos) y unos agentes económicos desvinculados de todo territorio (el capital, las finanzas y el comercio).

En esto se basa la impresión de que el margen de maniobra de los Estados se reduce al dilema de o bien «pagar» la creciente pobreza con un mayor índice de paro (como ocurre en la mayoría de los países europeos) o bien tolerar un índice escandaloso de pobreza a cambio de algo menos de paro (como ocurre en EE.UU.).
Esto está relacionado con el hecho de que la sociedad laboral se acerca a su fin a medida que las personas son sustitui das por tecnologías inteligentes. La creciente tasa de paro no se puede seguir achacando a crisis económicas cíclicas, sino a los éxitos de un capitalismo tecnológicamente avanzado. Esto significa también que ha fracasado el viejo instrumental económico-político y que todo trabajo remunerado se ve amenazado por el miedo a la sustituibilidad.
La economía política de la inseguridad describe con ello un efecto dominó. Lo que en los buenos tiempos *r cumple

Muestrab un proceso específico importante, de una u otra manera, en paralelo, al mismo tiempo, se quedan cortos, pues se aferran menos al mito de la sociedad laboral convencional.

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